lunes, 31 de diciembre de 2012

Madrid 2.2

Despierto a una hora decente, con la cabeza como un bombo de tanta juerga castellanera a la que pretendo dar balance haciendo la flanneuse por El Rastro. En busca de algo para mejorar la estética de la casa que me acoge y de esas sardinas deliciosas del Santurce.

Pensaba que más frío no era posible, pero el cielo plomizo de Madrid se asemeja estos días más al de Londres que al de cualquier país mediterráneo. A menos 1 grado celsius al mediodía es ya excesivo.  Así que lo primero que hago al dejar atrás la Puerta de Toledo es comprar un vasito de caldo castellano, que venden a 1,50 con tapa de paella incluida. Momentos como este son los que hacen que adore pasear por las calles de la Villa.

Momento rastro



Callejeo. Calle Curtidores. Calle Cascorro. Calle Santa Ana. Plaza Cascorro. Entro en tiendas que venden ristras de Madelmans en sus cajas originales y compro unas bonitas ilustraciones de principios del XX. Me hago con unas gafas setenteras rojas y blancas por 3 euros. Prometo a una señora que regenta una tienda con ropas vintage que volveré el miércoles a por unos zapatos blancos monísimos.

Señora: Es que tengo mucho follón hoy, no te puedo sacar tu talla.
Marta: Oh. Qué pena. Es que no soy de aquí y no sé si podré volver.
Señora: Y ¿de dónde eres?
Marta: De Barcelona.
Señora: Mira, tú vente el miércoles, que abro y te los guardo. Son de los 60's y son de piel.
Marta: Bueno, procuraré venir. Muchas gracias.

Sigo entrando y saliendo de locales con todo tipo de cachivaches, algunos hermosos, otros divertidos y otros simplemente absurdos.

Es verdad. Algunos son absurdos.






En una esquina, un tipo con un tocado a lo papa de Roma decorado con motivos navideños me sonríe. Lleva un vermutito en la mano.

Marta: Le queda muy bien el gorrito.
Señor: Gracias maja. Oye, qué te parecen estas lámparas que vendo. ¿Quieres una?
Marta: Bueno, no están mal. Pero no casan nada con el estilo de mi casa. No sabría qué hacer con ellas.

En realidad, las lámparas son una suerte de supositorios granates que emiten un haz de luz hacia el techo. No feas, pero sí un tanto extrañas. Y ni de coña las meto en mi casa.

Dejo atrás el bullicio de El Rastro y tomo la Calle Ruda hacia el Mercado de la Cebada. Cereal que adoro por ser ingrediente benéfico de la birra, bebida que me encanta y que encuentro en su mejor versión en La Tienda de la Cerveza. Entro en el local y empiezo a curiosear mientras converso con un simpático dependiente que me enseña algunas marcas artesanas de Madrid. Y ya. Caigo. Compro unos cuántos botellines, que yo soy muy de probar el producto local.

Vuelvo a casa feliz como una perdiz en busca de una bien merecida siesta.

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Tarde infructuosa

A las seis llega Héctor y me despierta con un reto.

Héctor: Tengo que comprar el regalo de reyes para mis padres. ¿Me acompañas?

Recojo el guante. Salimos y entramos de varias tiendas. Centro comercial arriba, calle comercial abajo. Y volvemos al cabo de dos horas con una absurda pizzarrita enana para colgar en una pared de nuestras respectivas casas. Y yo con el encargo de ir al día siguiente en busca de los obsequios.

Aclararé que Héctor es una de mis debilidades. Y por eso le hago el favor.

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Nochevieja

El día de hoy se presenta interesante. San Silvestre y uvas.

La crónica, mañana. Dejo, eso sí, el momento musical que hoy es el topicazo más manido de toda la música navideña de este nuestro país.

Un Año Más, de Mecano. Juas juas.









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