Gran Vía la nuit. Mucho cartel luminoso. Mucha marquesina. El anuncio de Schweppes (muy rara esta palabra cuando la escribes) y una edificio que emana colorines. Olor a calamares. Un cóctel que jamás un barcelonés aceptaría para el centro de su ciudad. Y así nos va.
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Pequeña pero intensa exposición de Berthe Morisot en el Thyssen. La bona confitura està als pots petits y este es un buen ejemplo. Dicen que a la ocasión la pintan calva y me aprovisiono de láminas para mi casa.
Luego, visita al flamante y faraónico nuevo Ayuntamiento, que ha reconvertido la antigua sede de Correos en uno de los principales reclamos turísticos de la ciudad. Los vigilantes de seguridad son salerosos, simpáticos y vacilones, como corresponde a un edificio rumboso y modernuqui. Uno, joven y majete, me llama señorita así que despliego rápido mis plumas de pavo real.
Las vistas de la octava son impresionantes y que rebién se está al solecito del mediodía.
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Paso delante de un Retiro otoñal y precioso, camino a casa dónde espera una comida catalana cortesía de la familia. Espinacas con pasas y piñones y butifarra. Como para quejarse. Eso sí, mañana no perdono: paseo por el parque sí o sí.
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La tarde aguarda en Malasaña y Chueca. Hortaleza arriba. Café en Bilbao. Libro en El Bandido Doblemente Armado. Cerveza en La Vía Láctea. Fuencarral abajo. Croquetas en El Tigre con su correspondiente caña. Y La Rendición en Microteatro por Dinero, que ya tengo las entradas reservadas.
4 comentarios:
comprando láminas en la thyssen... como se las gasta la señorita martín.
Pero ¿no había cerrado el bandido...?
Me gusta esta casa. Te linko a mi blog, señorita.
No encontré la librería... En cambio, compré en el Hotel Kafka. Muy fermoso todo él.
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