Abro un ojo y el mundo sigue estando allí. El sol luce una sonrisota radiante y calurosa y da besitos al mar. Saco un croissant y el café huele a música. En concreto, a la Marcha Radetzky de Johan Strauss que tan finamente toca la Filarmónica en Viena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario