viernes, 28 de octubre de 2011

La lasaña que quería ser comida

Calientas el horno. Metes esa lasaña tan bien preparada y esperas el toque final. La lasaña, contenta y emocionada, piensa en regalarte mil y una delicias que lleva dentro. Le gusta la alta temperatura del horno ya que ahí se está mejor que encima del frío mármol, donde todo era tan crudo y triste. Se relaja y se deja mecer por las ondas de calor que cocinan su relleno poco a poco. Sí, es muy agradable.
Poco a poco la temperatura sigue subiendo y la lasaña empieza a sudar. Se revuelve buscando un poco de aire fresco: el calor se vuelve insoportable, casi le hace estallar la cabeza. Llegas y apagas el horno. El tiempo de cocción ha terminado. La lasaña está impaciente por ser comida. ¡Por fin, por fin! Ha estado preparándose con esmero y no desea otra cosa.
Suena el teléfono.  Alguien te invita al cine y sales corriendo de casa. Te dejas a la lasaña en el horno. Sola. Fría. Encerrada en una cárcel de metal y vidrio. Y sin nadie que se la coma.
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Hoy hace un día de mierda.
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Momento musical auspiciado por Diana. The Walls Are Coming Down by Fanfarlo.


Nos vemos en el concierto.

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