Pintxo de tortilla en el Cubita, local que limita uno de lo promontorios de la ría y para Bilbao. Más pintxos, más zuritos y al Museo de Arte Moderno, donde descubro fascinada a Europa raptada por Zeus disfrazado a modo de cabestro blanco. El Rapto de Europa, de Rubens. Y un descubrimiento que me fascina: El Retrato de la Condesa Mathieu de Noailles. ura decandencia d'entre siècles en las sabias pinceladas de Zuluoaga. Palidez extrema, ojeras profundas bajo una mirada acuosa, delgadez lánguida y algo de parafernalia para el consumo de opio. En un enorme lienzo de negros intensos, rosas luminosos y azules desdibujados. Una preciosidad que me enamora.
La noche se alarga, a su bola, sin frío pero más ventosa que el día. Y amanece de nuevo. Un día más gris, más eléctrico, menos primaveral. Y vuelven los pintxos en el Tamarises y luego en el Igeretxe. Y rumbo a Barrika: hermosa playa desde la que disfruto de un viento del norte que mece a unas bonitas olas y que trae aromas de la ría de Cantabria. En las colinas el verde brilla salpicado de margaritas blancas y amarillas y respiro. Fuerte. Para quedarme con este hermoso paisaje donde dejo un trocito de corazón. Y donde prometo volver.
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Momento musical, C'est si Bon, de Louis Amstrong, con el despido una semana de vacaciones. Dejo que el ritmo acompañe mi noche y busco un sueño merecido.
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